25/10/09

LEYENDA CHOROTEGA

Dice la leyenda que mucho antes de que los hombres blancos y barbudos llegaran a Costa Rica, el belicoso cacique Diriá mandó una numerosa expedición de guerreros a combatir a las tribus de Nosara, que habitaban cerca de la costa.

"Como rápidos y silenciosos coyotes, los diriaenses cruzaron por entre tupidos montes, atravesando ríos, nadando con las armas a la espalda y se abrieron paso por entre trillos de danta, bajo las cúpulas verdes de los árboles de los bosques", detalla la leyenda.

Al final de dos jornadas de viaje los hombres de Diriá tuvieron a la vista una de las rancherías de las gentes de Nosara. Sin embargo, poco antes, unos cazadores nosareños, descubrieron la presencia del enemigo y corrieron a dar aviso a su tribu.

La alarma fue dada con el sonar de caracoles de mar, pero el ataque fue casi inmediato. De ahí que ante los incendios de sus ranchos, los nosareños tuvieron que huir e internarse en las montañas con sus mujeres y niños, a la espera de poder contestar el ataque, posteriormente.

Durante varios días los indígenas se enfrentaron sangrientamente, utilizando flechas, lanzas y hachas. Poco a poco, los de Nosara fueron perdiendo terreno, pero sus feroces "Tapaliguis", seguían ofreciendo tenaz y feroz resistencia.

La suerte de la lucha parecía que iba a favorecer a los hombres de Diriá, ya que pronto cayó el jefe de los nosareños y a varios de sus más bravos guerreros les habían despedazado el cráneo y clavado muchas flechas en sus pechos.

APARECE GUERRERA

Súbitamente, en medio de aquel apurado trance, apareció una mujer guerrera que se puso al frente de los combatientes nosareños.

"Era una mujer hermosa y ágil, cuya piel tenía el color dorado de la canela. Volaba de uno a otro lugar, animando a los guerreros; hasta los mismos heridos recobraban el ánimo y fuerzas, al verla tan animosa, tan gallarda y tan dispuesta a la lucha. De tal modo los animó y los guió, que al fin, los nosareños lograron poner en fuga a sus invasores", agrega la leyenda chorotega.

"Cuando al caer de la tarde del último día de batalla los vencedores comenzaron a recoger a sus muertos y a curar a sus heridos que yacían sobre la arena de la playa, vieron que la doncella que los había salvado de la derrota segura, estaba inmóvil, cerca del agua, desangrándose de una herida en el pecho".

La leyenda concluye que a la par de la guerrera herida estaba una esbelta garza morena, con el plumaje teñido de sangre y al morir la doncella, "tendió sus alas en vuelo majestuoso sobre aquella playa, la playa de La Garza, y lentamente se perdió en una lejanía de fuego y de azul espléndidos…”.

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