31/7/07

Derechos de los pueblos indigenas

Derechos de los pueblos Indigenas Costarricenses sobre sus Recursos Naturales

Maria Virginia Cajiao

La Ley Indígena de Costa Rica (de 1977) establece (artículo 2º) la propiedad de las reservas indígenas -delimitadas por la misma ley- a favor de las comunidades indígenas que habitan en ellas. Trátase, pues, de una propiedad privada colectiva diferenciada de la propiedad estatal y de la netamente privada e individual.

La titularidad de la propiedad corresponde a una colectividad, la comunidad indígena, concebida como la totalidad de los integrantes de una población que se identifican entre ellos mismos como indígenas. Por su parte, respecto de la propiedad indígena el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (de 1989, y aprobado en Costa Rica en 1992) especifica (artículo 14º, inciso 2º) la obligación de los gobiernos de “tomar las medidas que sean necesarias para determinar las tierras que los pueblos interesados ocupan tradicionalmente y garantizar la protección efectiva de sus derechos de propiedad y posesión".

La propiedad indígena es colectiva en tanto que el disfrute de la misma se realiza colectivamente, así como son también colectivistas el estilo de vida, las costumbres y las prácticas de los indígenas; pero la posesión en sí de la tierra dentro de las comunidades se ejerce de forma individual con base en un derecho interno. La propiedad o titularidad colectiva de las tierras se refleja a nivel registral, ya que éstas se inscriben en el Registro de la Propiedad a nombre de la asociación de desarrollo integral que agrupa a los miembros de la comunidad indígena ubicada dentro de un determinado territorio [véase: Cajiao, M. V. 2001. Bases jurídicas para reconocer el derecho de los pueblos indígenas al aprovechamiento y manejo de los recursos naturales en los territorios indígenas de Costa Rica. Impresión doméstica. Costa Rica: 15 y 17].

Hay otras disposiciones de la Ley Indígena que diferencian la propiedad indígena de otros tipos de propiedad: la declaración de inalienabilidad, imprescriptibilidad, intransferibilidad y exclusividad en el uso de la misma. Así, en tal ley se afirma (artículo 3º) que "Las Reservas Indígenas son inalienables e imprescriptibles, no transferibles y exclusivas para las comunidades indígenas que las habitan. Los no indígenas no podrán alquilar, arrendar, comprar o de cualquier otra manera adquirir terrenos o fincas comprendidas dentro de estas reservas. Los indígenas sólo podrán negociar sus tierras con otros indígenas. Todo traspaso o negociación de tierras o mejoras de éstas en las Reservas Indígenas, entre indígenas y no indígenas, es absolutamente nulo, con las consecuencias legales del caso. Las tierras y sus mejoras y los productos de las Reservas Indígenas estarán exentos de toda clase de impuestos nacionales o municipales, presentes o futuros". En efecto, por ser de propiedad inalienable, las tierras de las reservas indígenas no se pueden vender, hipotecar, gravar o afectar; y por ser de propiedad imprescriptible no se pueden perder por prescripción, es decir, que por posesión pública, pacífica e ininterrumpida por determinado tiempo ninguna persona no indígena puede adquirir por usurpación la propiedad. Y, además, por el carácter de intransferible y de exclusividad en el uso de esta propiedad, cualquier transacción que se hiciera con no indígenas contendría vicios de nulidad absoluta.

Podemos entonces resumir las características de la propiedad indígena en los siguientes enunciados:

es una propiedad privada colectiva, la posesión es individual, es inalienable, es imprescriptible, no es transferible y es de uso exclusivo de la comunidad indígena.

Con base en los principios del Convenio 169 de la OIT, que obliga a los estados firmantes a tomar medidas especiales para salvaguardar el ambiente de los pueblos indígenas sin que aquéllas sean contrarias a los deseos expresados libremente por los pueblos interesados, podríamos decir que en Costa Rica los indígenas tienen un derecho sobre sus propiedades desde tiempos anteriores a nuestra Constitución Política e incluso a la Ley Indígena -la cual delimita las coordenadas de los territorios indígenas. Podríamos incluso hablar de un derecho pre-constitucional: este derecho de propiedad y administración que de manera colectiva comparten las comunidades indígenas es reconocido en el ámbito internacional mediante el mencionado Convenio 169 de la OIT, que legitima o reconoce mediante el derecho internacional una situación de hecho de tiempos remotos [Cajiao: 20]. Así pues, el Convenio 169 resulta ser el “reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y tribales que han ocupado la faz de la Tierra desde el principio de los tiempos, ha sido el resultado de un lento proceso de toma de conciencia de la comunidad internacional” [Chambers, Ian. 1999. Edición conmemorativa del Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes. San José].

La Ley Indígena establece el derecho único y exclusivo de los indígenas de explotar sus recursos naturales. El derecho de propiedad se encuentra inscrito en el Registro Público de la Propiedad a nombre de las asociaciones de desarrollo integral reconociéndoles su titularidad, propiedad y, por consiguiente, posesión. De manera que “el uso de los recursos existentes en los territorios indígenas corresponde a su propietario -sea la comunidad indígena-, y es la estructura jurídica que asume esta persona jurídica –la Asociación de Desarrollo Integral Indígena- la que determina a través de los mecanismos estatutarios respectivos cómo instrumentalizar esos derechos. En caso de que de la disposición o explotación racional de los recursos naturales (explotaciones forestales, pago por servicios ambientales, u otros) se deriven beneficios económicos, éstos deben ser concebidos como patrimonio de la comunidad, y será a través del mecanismo que defina la estructura jurídica correspondiente –la asociación de desarrollo integral- que tales ingresos se distribuyan o inviertan, sea repartiéndolos proporcionalmente entre los miembros de la comunidad indígena, levantando obras comunales, o en cualquier acción que implique un beneficio colectivo” [Chacón, Rubén. 2000. El derecho de los pueblos indígenas (las comunidades indígenas en el caso de Costa Rica) sobre los recursos naturales existentes dentro de sus territorios. Impresión doméstica. San José: 5].

Es indiscutible la interpretación pre-constitucional auxiliada por la normativa vigente de un derecho ya reconocido y concebido desde tiempos inmemoriales: el derecho de los pueblos indígenas sobre su tierra y sobre los recursos naturales ubicados dentro de sus territorios. Este derecho a su territorio derivado de la propiedad colectiva contempla, a la vez, el derecho de administrar y aprovechar los recursos naturales accesorios a la propiedad respaldado por los principios de autonomía y autodeterminación establecidos en el Convenio 169 de la OIT constitucionalmente reconocidos en Costa Rica. Este Convenio establece que los pueblos indígenas tendrán el derecho a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recursos.

En conclusión, la propiedad indígena en Costa Rica se caracteriza por ser una propiedad privada colectiva cuya titularidad se encuentra inscrita en el Registro Nacional a nombre de las asociaciones de desarrollo integral, en donde a nivel interno se ejerce una posesión individual. Esta propiedad de acuerdo a la legislación es inalienable, imprescriptible, no transferible y de uso exclusivo para la comunidad indígena.

Al amparo constitucional los indígenas tienen todo el derecho de administrar, vigilar y aprovechar sus recursos naturales, dado que el Convenio 169, vía jurisprudencia constitucional, ha sido puesto al mismo nivel e incluso -en ciertas ocasiones- en un nivel superior al de la Constitución Política por reconocer derechos humanos en su mismo texto. Y el impedir que los indígenas gocen de la titularidad, posesión y exclusividad sobre sus territorios limita no solo el ejercicio del derecho de propiedad sino también sus derechos de autodeterminación y autonomía. Es por ello que debe enfatizarse que si bien el Convenio 169 de la OIT se aprobó en Costa Rica desde 1992, su aplicación e implementación ha sido víctima de un lento proceso de “aprendizaje legal” y de las vicisitudes en el desarrollo del movimiento indigenista nacional; la voluntad política en la Asamblea Legislativa ha dependido del gobierno de turno y los compromisos del pueblo costarricense con los territorios indígenas es escaso.

La autora, especialista en derecho ambiental, es profesora en la Universidad Nacional y coordinadora de E-Law Costa Rica.

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Rey Curre

El territorio indígena de Rey Curré se encuentra en ambas orillas del Rio Grande de Térraba, algunos 230 KM de San José, en el cantón de Buenos Aires, Costa Rica. La superficie es de 10,000 Hectáreas. La población indígena – aproximadamente 1000 personas - pertenece al pueblo Boruca o Brunka. Viven de la agricultura, cultivado plátanos, arroz, frijoles, maíz y frutas. También, los Borucas son famosos por su artesanía, sobre todo las máscaras y los productos textiles, los cuales se venden a los turistas para generar pequeños ingresos.

La Historia

El territorio cuenta con una larga historia de ocupación. Hay depósitos arqueológicos y asentamientos precolombinos importantes. Alrededor de 1500 años antes Cristo, las orillas del Rio Grande de Térraba fueron ocupadas por primera vez por grupos humanos. Durante muchos siglos, Curré era una aldea pequeña de productores maíz. Alrededor del año 700 d.C., la aldea dominó un cierto territorio y mantuvo relaciones con otras aldeas ubicadas a lo largo del río.

A principios del siglo XX, varias familias indígenas de Boruca migaron al valle del Río Grande de Térraba y fundaron el pueblo actual. Con la construcción de la Carretera Interamericana, la vida cambió radicalmente; campesinos y terratenientes no indígenas ocuparon en gran número la zona y ahora tienen en sus manos aproximadamente el 80 por ciento de la tierra.

Pruductos de artesanía.En la actualidad, la población del área está viviendo una inseguridad total: La detonación de explosivos ha interrumpido la tranquilidad; las aguas del río Grande de Térraba son observadas con sofisticada tecnología y funcionarios del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) miden, valoran, analizan.

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Saqueadores de tumbas

Saqueadores de tumbas

En Costa Rica, llamamos “huaqueros” a los saqueadores de tumbas aborígenes. Esta pintoresca palabra viene del quechua: waka; huaca o guaca (dios de la casa) Se denomina con ella, a los sepulcros antiguos de los indios y huaqueros a sus inevitables profanadores.

Pero, veamos algunos detalles de tan conspirador oficio.

Hasta más o menos la mitad del siglo XX, en Costa Rica, como en el resto de América, la arqueología era considerada como el estudio de vestigios monumentales y de la obra artística antigua. Tan estrecho concepto permitió la incursión (por todo el territorio nacional) de coleccionistas, aventureros y saqueadores de tumbas. La mayoría de ellos extranjeros y de fama internacional.

Los museos del orbe, eran sofisticados gabinetes de antigüedades y servían para los fisgoneos de los más cultos de la sociedad.

En aquellas oscuras épocas, inclusive nuestro Museo Nacional, favoreció la práctica del huaquerismo, al otorgar permisos oficiales para el saqueo, con el simple propósito de optar para la compra de reliquias.

Ejemplo de ello fue la incursión del arqueólogo sueco: Carl Hartaman, quien obtuvo más de… ¿…? ¡Doce mil objetos costarricenses! Todo este patrimonio voló a la ciudad del acero. Pittsburg, donde las vitrinas del Museo Carnegie los recibieran con agrado. De aquellas doce mil reliquias, tan solo una cuarta parte las ganó Hartaman de sus cuidadosas excavaciones, el resto fueron compradas a los huaqueros. Promoviendo con ello la remuneradora actividad.

Por fortuna el estatus de oficialidad del saqueador universal de tumbas, fue derogado en Costa Rica, en el año de 1968. Pero la inercia de los permisos otorgados, aun cobra sus facturas a nuestro modernizado Museo Nacional y nadie puede devolver el daño a los cientos de sitios arqueológicos, que fueron y siguen siendo dañados irreparablemente.

Si bien no podemos pedirle a los huaqueros, consideración por la importancia científica de nuestro legado histórico, de ninguna manera se les puede catalogar como malas personas, la mayoría (al menos en Costa Rica) son campesinos de las regiones más inhóspitas del país. La demanda trasnacional de reliquias únicas, los ha tentado a darle otro uso a sus cotidianas herramientas de arado, siembra y cosecha. A su vez es cierto que su necesidad e ignorancia ha provocado la destrucción de espacios enteros de interés trascendental. Sin embargo para la ubicación y reconstrucción parcial de algunos de estos sitios, se ha tenido que echar mano de la tradición oral de los huaqueros y ellos mismos han servido de guías a los científicos.

En las décadas de los años 1950 y 1960 fueron famosos los puntos emblemáticos de referencia, que los saqueadores usaban y no era raro escuchar a los arqueólogos mencionar y ubicar sus sitios de estudio con los nombres dados por los huaqueros: La Baca, Línea Vieja, Puerto González Víquez, Coquito, Panteón de la Reina, La Fosa del Diablo, Tumba Maldita, Bola Quebrada, etc.

Con estos nombres señalaban los huaqueros sus sitios de piratería. Cada lugar envuelve sus particulares leyendas. Se le podía escuchar, en las cantinas o en las plazas de los pueblos alardear de sus botines, los que generalmente exageraban:

“Yo saqué tres águilas de oro ¡de este tamaño! (unos quince centímetros de largo) en el Panteón de la Reina. Se las vendí a mister Hans, en San Isidro, ese viejo alemán nos compraba todo.”

“Jacinto, Gregorio y yo tuvimos que escarbar por debajo de una bola de piedra como de tres metros de alto, allá en la fosa del diablo, para poder llegarle a un panteón, pero valió la pena, encontramos mucho oro”

“A Tumba Maldita ya nadie va desde que Vicente y otros encontraron un esqueleto humano muy grande. Cuando desenterraron la inmensa calavera, salieron despavoridos porque del cráneo salían dos cuernos"

Conciente de que tal latrocinio se gesta en el vientre de la ignorancia, mi muy viejo amigo y mentor: Don Luís Ferrero Acosta, porfiado investigador, consagró gran parte de su faena literaria a la popularización del concepto amerindio y el respeto a nuestros antepasados. Su conocida obra “Costa Rica Precolombina” es uno de sus honestos intentos para crear conciencia histórica en el ciudadano costarricense. Acerca de esta percepción cognitiva, recuerdo su énfasis cuando me decía: “Alberto, la conciencia histórica es un asunto de autoestima y debes asumirla sin esquivar el combate”

Quiero pensar que gracias a la gran labor de don Luís, en la región del Diquís ese tipo de huaqueros ya no existe, pero también he de reconocer que después de más de seis décadas de furiosos saqueos, es poco lo que se puede encontrar que posea gran valor comercial. De todas maneras algunos citadinos y no pocos extranjeros, aun quieren llevarse antigüedades y esferas para sus casas.

En nuestro civilizado mundo, donde quiera haya demanda habrá también su respectiva oferta. Esto genera siempre nuevos órdenes de mercaderes. Cada vez más competitivos.

Hoy los modernos traficantes de reliquias, rara vez son campesinos, la mayoría es gente ladina que ha desarrollado ingeniosos métodos para embaucar a quienes les sobra dinero y codician detentar para si mismos, el patrimonio de todos.

Una tarde cualquiera, sentado en el parque municipal de Palmar Sur, me preguntaba yo, ¿por qué personas culta y adinerada quiere tener en su poder una o varias de estas ancestrales esculturas redondas?

Mi primera respuesta fue: Por su absoluta y cautivadora forma esférica… Luego me dije: Será porque los ricos poseen un cultivado sentido de la estética… O quizá porque la forma esférica por si misma es incomprensiblemente seductora…

Pero, todo esto se lo pueden encargar a un decorador moderno o a un escultor… Mas el escultor no podría insertar en la obra, el tropiezo morboso de la ambición, de lo prohibido, de poseer solo para si una reliquia única, misteriosa y milenaria… No se, son solo mis divagaciones. Sondeos de un escritor que busca fecundar sus letras.

Así me encontraba esa tarde, rumiando ideas recostado en una banca de aquel singular parque sembrado de esferas.

De pronto y sin moverme del escaño, encontré una posible respuesta a mi intrascendente pregunta, cuando un joven bien vestido y de lenguaje refinado me dijo:
- Disculpe señor, pero he notado que tiene usted gran interés por estas esferas, le he visto aquí toda la tarde admirándolas.

-Sí en verdad me fascinan- respondí.

De inmediato, aquel inesperado visitante me dio una cátedra sobre los redondos monolitos a nuestro alrededor. Me habló de su origen misterioso y por demás ancestral. De la magia viva, que los chamanes indios inocularon en ellas, de los antiguos dioses siderales que las inspiraron, de los colosos atlantes que las transportaron… Su monólogo, aprendido de memoria, me evocó a los incansables vendedores de enciclopedias que de vez en vez tocan a la puerta de mi casa. Concluyó su docta exposición diciéndome:

-¿Sabia usted que quien tenga en su poder una de estas originales esferas precolombinas, tendrá garantizada la fortuna?

-¡En serio!- respondí sinceramente sorprendido, porque de entre todos los mitos ese no lo había escuchado.

-Sí señor y entre más grande la bola, ¡más grande será la fortuna! –afirmó con gran convicción.

Acto seguido palmeó mi hombro y acercándose susurró en tono de complicidad.

-Ve a aquellos dos viejillos que están allá – y señalo con disimulo a dos personajes que se encontraban en el extremo sur del parque, vestidos a la usanza de los vaqueanos (guías campesinos de montaña); camisa blanca; pantalón beige de army; chonete de manta; botas de hule y sendos machetes.

-¿Y que con ellos? –le pregunté sospechando sus intenciones.

-Pues esos veteranos son expertos huaqueros, conocen todos los entierros indígenas y pueden conseguirle a usted, una de esas mágicas bolas de piedra.-

El comerciante de esferas levantó la mano y aquellos como esperando su señal caminaron hacia la banca. Los supuestos huaqueros estrecharon mi mano y de inmediato supe que de campesinos no tenían un cayo.

Entre los tres, continuaron hablándome de las esotéricas virtudes de las esferas y como ellos podían conseguirme una, de acuerdo a mi capacidad económica. Recordándome siempre que “Entre más grande la bola, más grande la fortuna”

-Creo señor que nuestro encuentro no es casual, usted está predestinado a poseer una de estas maravillas,- afirmó el ladino comerciante en tono de revelación- lo digo porque precisamente ayer Machón y Lagarto, aquí presentes, descubrieron, cerca del pueblo llamado “Olla Cero” una hermosa colección, de donde puede usted escoger. ¿No es cierto muchachos? –Le preguntó a sus cómplices, en tanto les palmeaba las espaldas.

-¿En serio estas bolas le traen a uno dinero?- Pregunte con falsa inocencia.

-¡Por supuesto!- respondieron los tres en coro.

-¿Acaso usted no ha notado que sólo los ricos tienen estas pelotas en sus jardines?- me preguntó Machón.

-Dígame usted señor- intervino de inmediato Lagarto- ¿A cuantos pobres conoce que tengan de estas bolas en sus casas? ¡Por supuesto que a ninguno, porque si tuvieran una sola ya no seria pobres!

-Hace menos de un año- acotó el muchacho elegante- le vendí a un abogado de San José, una esfera pequeña, como de 30 centímetros de diámetro, la semana pasada vino y se llevó una de casi un metro. ¡Su fortuna crece y seguirá creciendo!

-¡Menuda filosofía!- pensé en secreto y como pude me escabullí de los timadores.

¿Será esta, una de las razones de los detentadores de esferas? ¡Tamaño talismán para atraer a la esquiva fortuna!

A lo largo de mi vida, he visto como las supersticiones trascienden las barreras sociales, culturales y económicas. Sí, es muy probable que exista gente convencida de ello, e invierta grandes capitales para llevarse un amuleto gigante a su hogar.

Preocupado por futuros saqueos, fui a casa de don Pablo, en Palmar Norte y le conté mi experiencia del parque. Pablo es un dedicado defensor del patrimonio arqueológico del Cantón de Osa.

-Veo que ya conoció a Machón, Lagarto y Pepillo. –Me dijo sonriente - No debe usted preocuparse por ellos, Son tan sólo mañosos vendedores de artesanía.

-¿Artesanía?- pregunté incrédulo.

-Sí, ellos revenden las esferas de granito que fabrican varios artesanos de esta región. Sabemos que a veces usan la montañosa finca de Lalo Brenes, donde hacen falsos entierros. Dicen que de muy buena calidad escénica. Allí llevan a los incautos y les entregan artesanía moderna por reliquias antiguas.

-¡Les venden gato por liebre!- dije sin salir de mi sorpresa.

-Sí, y nadie puede denunciarlos, solo las víctimas y estas casi nunca descubren el truco y si lo llegan a descubrir no pueden confesar su participación en el supuesto saqueo… Pero no sea duro con ellos don Alberto, no son malas personas. Machón tiene una pulpería cerca de aquí y Gonzalo a quien le dicen lagarto por sus maltrechos dientes, ya es un viejo pensionado y jamás vendería nuestro patrimonio. A José María lo conozco desde que era niño, siempre fue muy avispado. En el colegio le decían Pepe Pillo, hoy todos lo conocen como Pepillo. Un día le pregunté: ¿Pepe, no le da miedo meterse en problemas por andar estafando a la gente?

-¡Yo estafando gente! –Exclamó airado- ¿Pero de donde saca semejante idea, don Pablo? Veo que usted no ha comprendido la naturaleza de mi trabajo: Yo lo único que hago. Y lo se hacer bien. Es dar “VALOR AGREGADO” a los productos artesanales de mi pueblo. La gente no compra piedras, la gente compra ilusiones, mitos, fantasías. ¡Eso es lo que yo les vendo!

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27/7/07

la mas tica de las corridas ( parte2)

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La mas tica de las corridas ( parte1)

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Los Hijos de Cuasran 3era parte

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Los Hijos de Cuasran 2da parte

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Los Hijos de Cuasran 1era parte



Los hijos de Cuasrán

Información suministrada por la Universidad Estatal a Distancia, UNED


Las tradiciones se van perdiendo, la Costa Rica que una vez fue, poco a poco desaparece víctima de las modas, las tecnologías y la influencia extranjera, pero en Boruca, al sur de Costa Rica, unos hombres de talento y empeño se esfuerzan por conservar las tradiciones indígenas.

Los Hijos de Cuasrán, producción audiovisual realizada por el Programa de Producción de Materiales Audiovisuales de la UNED y Fundación Museos del Banco Central de Costa Rica, ganó tres ‘claquetas’ en la XI Muestra de Cine y video costarricense.

Estos premios corresponden a: Mejor Guión, escrito por Felicia Camacho y Rodrigo Soto; Mejor Musicalización por Bernardo Quesada y Mejor Sonido por Francisco González. La obra audiovisual fue dirigida por nuestro compañero
Alejandro Astorga.

Los Hijos de Cuasrán, es un documento audiovisual que nos devela el legado artesanal de la comunidad indígena de Boruca y esto lo hace a través de la experiencia de vida de dos maestros artesanos: don Ismael González y doña Ángela González.

¿Por qué Cuasrán? Ligia Maroto, narradora del mito en el audiovisual, lo explica a unos niños: “era un indio que vivía en Boruca y cuando los
españoles vinieron él no quiso bautizarse, huyó y se fue a vivir a Cuasrán”. Desde entonces los Borucas creen que en la montaña vive ‘tatita Cuasrán’ y es él quien protege a la montaña y al pueblo.

Alejandro Astorga, realizador del documental, cuenta en su audiovisual una
doble historia: la de los artesanos que tejen y tallan máscaras de madera y la historia o mito de Cuasrán.

El tema tratado en esta producción del PPMA, resultó de interés tanto para la Fundación Museos del Banco Central como para la UNED, pues ambas instituciones, como productoras, están interesadas en rescatar la cultura de los pueblos indígenas que habitan nuestro país.

Qué mejor ejemplo que el pueblo Boruca; que ha logrado mantenerse en sus territorios ancestrales sobre poniéndose incluso a los tiempos de la conquista y colonización.

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SOBRE INDIGENISMO

SOBRE INDIGENISMO
FEDERICO GONZALEZ

El investigador que se adentra en el estudio de los símbolos precolombinos por medio del arte de esos pueblos (arquitectura, iconografía) y se compenetra con su historia, usos y costumbres, así como con su pensamiento cosmogónico y metafísico, del cual derivan sus ideas sobre lo social, lo económico, sus instituciones, etc., explícitas en las crónicas de los descubridores y conquistadores, en las de los propios indígenas (códices anteriores y posteriores a la colonia), e igualmente en los relatos de viajeros extranjeros, advierte que puede confirmar su trabajo y aun complementarlo, con los datos de la etnología y la antropología, que desde el siglo pasado ofrecen numerosas perspectivas en coincidencia con los principios de las culturas estudiadas, muchas de las cuales siguen practicando los mismos ritos, mantienen idénticos mitos y símbolos (algunas veces adaptados a circunstancias de tiempo y lugar) y conservan iguales usos y costumbres, y casi la misma lengua que sus antepasados precolombinos.


Se trata, pues, de culturas que se mantienen vivas, que guardan en alguna –y diferente– medida las antiguas concepciones tradicionales, su cosmovisión, y determinadas prácticas espirituales, religiosas y mágicas, vinculadas con el conocimiento de otras realidades en el orden creacional y metafísico que aquéllas que suelen procurar la programación condicionante del mundo moderno, y el engaño ilusorio de los sentidos, como únicas garantías, materiales, positivas y concretas de percibir una supuesta "realidad".

Lógicamente el interés del investigador al conocer estos hechos es inmediato y al profundizar en esas culturas con los elementos que le brindaron otros colegas que han pasado años de trabajo in situ enriquece su labor, a la vez que se va interesando en esas comunidades, a las que ve como depósitos de una Tradición Original, como fragmentos de culturas arcaicas en pleno funcionamiento, o sea como posibilidades de desarrollo de la naturaleza humana, aún vigentes para numerosos grupos, las cuales, incluso, se han constituido en algunos casos como alternativas para el atormentado hombre moderno y la horrible vida vacía en espantosos trabajos y ciudades.

De más está decir que quien recibe esta luz y advierte la naturaleza extraordinaria de las culturas de los "contemporáneos primitivos" trata de preservarlas a toda costa, en la medida de sus fuerzas, pues se siente comprometido con el punto de vista de estos hombres y mujeres, que han decidido durante cinco siglos –en el caso de los indoamericanos – mantener su identidad, su lengua, sus mitos, ritos y símbolos, sus valores culturales, aunque hayan tenido que enfrentar durante ese lapso de tiempo la pobreza, la marginación y el desprecio del ignorante hombre occidental contemporáneo gracias al cual, por su falta de inteligencia, sentido de justicia, ferocidad y arrogancia, y sobre todo por su espiritualismo material y los espejismos de su ciencia menesterosa y su idea de un poder de tan corto alcance como destructor, estamos situados los habitantes de todo el mundo en una situación límite, que demográfica y ecológicamente (para nombrar sólo dos factores) es imposible de mantener como hasta ahora lo pretenden los "especialistas" de distintas minucias y la "clase política", pseudónimo actual de sinvergüenzas disfrazados, elementos verdaderamente peligrosos de la disolución final, que lejos de verse como una catástrofe, debería significar el fin de la enfermedad, el dolor y la mentira, y la posibilidad de un orden nuevo y de una vida digna de llamarse de esa manera, posibilidades que los indígenas saben que no son de este mundo, pero que sí pueden obtenerse en este mundo, constituyendo ellas garantías y gérmenes vitales para cualquier tipo de vida futura.

De hecho, si nuestro investigador está interesado en el pasado "arqueológico" de estas culturas, por decirlo de alguna manera:

¿Cómo no ha de interesarse por las estructuras y jirones que aún se mantienen vivos, aunque algunos de ellos estén aparentemente alejados de lo tradicional y cercanos a lo folklórico?
¿Cómo no intentaría proteger estas manifestaciones culturales?
¿Cómo no desearía que se revalorizaran en su exacta dimensión, a la que es ajena la mentalidad contemporánea?
¿Acaso no es extraordinario que se mantenga una cultura arcaica, en medio de la ignorancia y la perversidad del hombre actual que no es capaz de advertir siquiera que su propia velocidad está generando un cataclismo?

Aquí llegamos al problema del indio actual, a la vertiginosa pérdida de sentido de sus propias tradiciones para los indígenas, muchos de los cuales las desconocen, así como sus raíces, y se contentan con algún signo superficial que los distingue, y que perderán de aquí a muy poco tiempo sin remedio, a menos que comprendan la naturaleza exacta de su propia Tradición y sus medios como camino o vía para la realización de sus posibilidades individuales y comunitarias; las que siempre comienzan por lo espiritual: lo metafísico y cosmológico.

Se debe señalar que el período cíclico en el que los contemporáneos estamos insertos es universal y toca a cada uno de los seres, fenómenos y cosas que existen en este mundo.

La caída, especialmente marcada en Occidente por la escisión provocada por el racionalismo cartesiano, preparada previamente por lo que de más denso tuvo el Renacimiento, al punto de desembocar en un "humanismo", es hoy de una multiplicación vertiginosa y cubre áreas hasta hace un siglo impensadas, como selvas, altas montañas, desiertos y lugares helados, donde toda clase de basura consumista invade los últimos reductos de las culturas "primitivas".

Aunque debe manifestarse que los medios de comunicación, especialmente la televisión, son los verdaderos heraldos de la penetración materialista, caracterizada por sus pasiones y violencia, por la ignorancia y exhibición y culto de lo más elemental, como si fuera algo en sí, para colmo verdadero y novedoso; igualmente por creer en la ilusión de lo "real", caracterizado por ser concreto, útil y satisfactorio de acuerdo al programa modélico de la clase pequeño-burguesa, llena de tabúes y prejuicios tan falsos como efímeros, y capaces de cambiar inmediatamente a los opuestos por un golpe de la moda, o simples intereses particulares de cualquier tipo, o grupo.

Esta situación, propalada por el Occidente y que alcanza a todos los pueblos del mundo, sin exclusión de color, clases culturales sociales o económicas, profesiones, oficios, sexos, etc. es el medio "natural" del hombre actual y toca también a la totalidad de sus instituciones, comenzando por sus religiones, cuyas perspectivas, en el mejor de los casos alcanzan lo piadoso y ciertas supuestas "buenas acciones" siempre ligadas a lo exterior, ignorando, o negando por ignorancia y mala fe sus orígenes esotéricos, es decir vaciándolas completamente de sentido al grado de constituirse en pantomimas y burlas de lo espiritual, donde los mitos, los símbolos y los ritos han perdido todo sentido para propios y extraños.

Esta profanización total ha tocado a todos los hombres y mujeres del siglo XX, y sólo se salvan de ella los seres y comunidades que se marginan totalmente (por el simple expediente de no creer de modo alguno en esos supuestos que comprueban experimentalmente como falsos), ya que su descripción del mundo y la realidad participan de la verdad de otros espacios y planos –que están igualmente en este mundo y en el hombre mismo – ligados a lo metafísico, en los cuales acreditan sin ninguna hesitación por su propia evidencia, encarnada en ellos mismos y manifestada en el total de la expresión universal, y por lo tanto comprobable en todo tiempo y lugar, gracias a los signos que permanentemente la revelan.

Se ha de destacar, sin ir más lejos, que estos seres y comunidades a que nos referimos en último lugar constituyen pequeñas minorías dentro de la corriente general, hoy identificada con la ilusión del progreso y la superstición científica.

Entre ellas siempre se han destacado las culturas indoamericanas, muchas veces atacadas de frente por falsas ideas acerca de la vida, la felicidad, el confort, y la justicia misma, miradas desde las valoraciones profanas del hombre blanco, el que de una manera verdaderamente imperialista trata de imponer ideologías propias de su "raza", así sean las del consumismo "capitalista", como las del resentimiento "marxista" disfrazado de justicia social, ambas completamente ajenas a la mentalidad de la tradición amerindia, y sólo esgrimidas para hacer de los indígenas, no hombres dignos pertenecientes a una Tradición, permanentemente ligada a los valores eternos, propios del ser humano y su función como hijo directo de Dios y producto del gesto creacional, sino como meros factores de la producción (al igual que los proletarios industriales), que los hace o ciudadanos de quinta categoría, miserables que pueblan las periferias de las ciudades como autómatas, entre gases tóxicos, con el único auxilio de la televisión como guía de sus pasos, mientras aguardan la posibilidad del auto y la casa propia con los años, a la par que sus hijos son capaces de elevarse hasta obtener un título, hacerse ejecutivos, políticos, o narcotraficantes, o escoger por cualquiera otra de las indefinidas opciones de incorporarse al caos y a la ignorancia general. (1)

En términos generales, diremos que hay distintas "etnias" dentro de cada país moderno: bastantes de esas etnias se encuentran fragmentadas y aun polarizadas entre sí, a tal punto que, en realidad, la pertenencia a tal o cual grupo la da en última instancia el municipio en el que vive el indígena, y las autoridades civiles –en la mayoría de los casos también religiosas – que lo rigen son las encargadas de velar por los asuntos internos de la comunidad, a la par que sirven de puente con el "exterior", o sea, con los engranajes del gobierno nacional.
Estas comunidades suelen dividirse en Latinoamérica en dos grandes grupos:

a) Los tradicionales
b) Los progresistas.

Los primeros a su vez se subdividen en dos grupos; en el primero se encuentran los hombres de conocimiento, chamanes y personas que verdaderamente conocen su Tradición, viven en ella y la practican cotidianamente como forma de vida, y en el segundo, los que bien podrían ser llamados tradicionalistas, pues sin conocer a fondo los misterios últimos de su cosmovisión, sin embargo participan en distintos grados de ella, de lo cual se sienten orgullosos, así como de sus costumbres y su riquísimo acervo cultural (entre ello de su lengua) que respetan y gozan.

En cuanto a los "progresistas", se les puede dividir a su vez en tres grupos:

1) Los "evangélicos", que han tenido mucho éxito en su prédica estos últimos años debido fundamentalmente a su condena del alcohol, problema que padecen los indígenas, pues la misma sustancia que utilizan en sus ceremonias y ritos, ha transformado a algunos en alcohólicos consuetudinarios con problemas sociales.

2) Los catequistas, grupos juveniles de activistas católicos que ponen énfasis en su trato igualitario con los indios y se ocupan de ciertas obras deportivas y sociales, descuidando completamente la vida espiritual, de la que participan a su modo las etnias desde hace cinco siglos, poniendo sólo énfasis en las necesidades materiales de los autóctonos a los que ve como indigentes, ya que su abandono, desde el punto de vista de la sociedad de consumo, es grande. Hoy en día, siguiendo órdenes papales, se empeñan en una "teología" de la "justicia social" que éste acaba de oficializar (pidiendo perdón a los indígenas por los pecados cometidos) destinada a erradicar la "teología de la liberación", pero que parte de los mismos supuestos materiales de ella. Agregaremos que en muchos templos los mismos indígenas han tenido que salir en defensa de ceremonias y ritos y fiestas netamente católicas que los progresistas han pretendido eliminar.

3) En tercer lugar están los "marxistas", en muchos casos apoyados por el grupo que acabamos de describir, interesados sólo en la política (en sus intereses políticos), y apoyados por la demagogia de los partidos existentes. Para esta gente el indio es sólo un pobre diablo hambreado e ignorante que no tiene la menor idea de nada, un "objeto" que una vez detectado es fácil de manipular. Demás está decir lo que piensa un auténtico chamán indoamericano sobre estos "progresistas", salvo que los considera los enemigos más grandes, demonios capaces de dar la última puñalada a estos pueblos, al quitarles de manera directa (o indirecta) su Tradición y convertirlos definitivamente en masa, es decir en nada; situación en la que los indígenas serán los únicos perjudicados, y que anuncia los días de la muerte de su cultura, y por lo tanto de su identidad, en aras de una "civilización" que está abocándonos a todos a un fin inminente, y que sin más pretende disolver las tradiciones precolombinas forjando un signo más de la disolución universal, como lo sabe muy bien ese chamán al que nos estamos refiriendo.

En realidad el problema es claro: se cree que la sociedad moderna, o post-moderna, técnica o electrónica, constituye un avance; si se considera que la humanidad va evolucionando y aun se cree en el "progreso", como a fines del siglo pasado, es obvio que los indígenas, (que siempre se han apartado de las congregaciones blancas desde la invasión europea), son sumamente atrasados e incomprensibles. ¿Cómo puede perder su tiempo el ama de casa india torteando su maíz cuando puede comprar su tortilla empaquetada en el supermercado, o regodearse con los corn flakes? ¿Cómo van a vivir en ranchos de paja y barro cuando tal vez podrían acceder al monoblock y a las ciudades satélites? ¿Cómo siguen atendiéndose con el chamán e ingiriendo yerbas, cuando para eso están la medicina alopática, la cirugía y los hospitales? ¿Acaso no es ridículo producir artesanías con elementos del entorno cuando pueden fabricar en serie y en forma masiva con máquinas y utilizando el plástico como materia prima? ¿Por qué insisten en trabajar personalmente su milpa, cuando podrían ser proletarios sindicalizados y poseer televisión y otros artefactos del hogar? Y sobre todo: ¿Cómo es que no abandonan sus ridículas creencias y se unen democráticamente a las de la mayoría que desea un civilismo laico, productivo y materialista?

Lamentablemente este tipo de planteos son propios de los gobiernos y los estados subdesarrollados y en vías de desarrollo, que aún acreditan en la masificación cuantitativa. Por el contrario las naciones (e individuos) desarrollados que han sufrido en carne propia las maravillas del "progreso" y para cuyas juventudes "no hay futuro", consideran al mundo moderno no como evolucionado sino en proceso de total involución y creen en un fin inevitable y no muy lejano, precisamente por esas circunstancias.

Por lo que la cuestión resulta clara y sencilla: para los que aún se ilusionan con el progreso indefinido los indígenas han de ser salvados de su barbarie –y dejar de ser indígenas – para incorporarse al mercado de consumo, y a la producción industrial, cuando no se los trata de manipular política y demagógicamente por gobiernos y estados corruptos. A la inversa, para aquéllos que saben que la sociedad moderna está ya viviendo su fin, los indígenas y su forma de vida se presentan como fragmentos de lo que el ser humano aún tiene de tal y por eso como ejemplos de la cosmogonía y la metafísica de una sociedad tradicional, y aun como modelos alternativos.

Pero esto de ninguna manera significa negar a los autóctonos determinados beneficios obvios propios de la sociedad contemporánea como pueden ser el agua corriente, los alcantarillados y desagües, la propia protección ecológica y las conquistas de la medicina en el campo de la inmunología, para nombrar sólo algunos pocos de ellos; también es fundamental la educación bilingüe, es decir, el estudio de la lengua aborigen para quien no la conoce y la del idioma oficial, para quien no la habla, por la necesidad que tienen actualmente los naturales de pertenecer a los países modernos y como forma de adquirir elementos de todo tipo para la valorización y defensa de su propia cultura, al igual que para impedir la explotación ejercida hoy y ayer por aquellos que han pretendido liberarlos y hacer de ellos personas "decentes", que no se distingan de la mediocre uniformidad del conjunto, razón por la que los propios indígenas deben tomar conciencia de esta situación y evitar ser engañados como hasta ahora con chatarra, así ésta consista tanto en "cuentas de vidrio", como en ideologías e "ismos" propios del hombre blanco.

NOTA
(1) Aunque serían necesarios más arquitectos indígenas para orientar y realizar sus construcciones con un plan arquetípico y sagrado, como antaño hicieron con sus templos y como siguen haciéndolo hoy en la milpa, a cielo descubierto. Además podrían seguir la carrera de medicina de las universidades con el fin de incorporar los elementos de su arte terapéutico como contribución a la salud general. Igualmente sería necesario continuar con la producción de sus artesanías, no perder la calidad y procurar buen precio por ellas, debida cuenta del valor económico de los objetos realizados a mano en los países más desarrollados, los que para muchas cosas los prefieren a la producción industrial. También sería loable que algunos de ellos –incluso chamanes u hombres de conocimiento – estudiaran leyes para poder defender sus derechos, pero que evitaran comprometerse en el peligroso y delicado mundo de la política de los países que habitan. Asimismo otros que pudieran estar capacitados en técnicas administrativo-contables e informática electrónica, para ser voceros de sus comunidades y respetados en el ámbito nacional. Y todos conocedores de su propia Tradición y de los valores cosmogónicos, filosóficos y metafísicos que entraña.

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EL REDESCUBRIMIENTO DE AMERICA

EL REDESCUBRIMIENTO DE AMERICA
FEDERICO GONZALEZ

Las tradiciones precolombinas son, quizás, las culturas que más se han estudiado y sobre las que más se ha escrito en el último siglo, en particular en el ámbito especializado (Antropología, Arqueología, etc.) pero las menos comprendidas en su integridad, salvo honrosas excepciones.



Sin embargo, en la época actual se cuenta con muchísimos más elementos e información sobre ellas gracias a la "universalización" del mundo, producida por la eclosión de las ciencias de la comunicación, las que siendo duales, igualmente son capaces de brindar informaciones verídicas y utilizables como computarizar valores sin ton ni son.

Re–descubrir América a quinientos años del viaje del Almirante Colón significa, a la luz de los medios y los valores actuales, comprender el gran mensaje que los pueblos que allí vivieron legaron a la posteridad, o sea, al género humano.

Lo que ellos una y otra vez destacaron en sus culturas, símbolos y mitos que heredaron al futuro al vivenciar este Conocimiento cotidiana y ritualmente. Estas manifestaciones, expresadas por las distintas sociedades a lo largo y ancho del continente americano, sus usos y costumbres, sus ritos, las distintas conformaciones socioeconómicas y los diversos aspectos, incluso étnicos, pertenecientes a diferentes pueblos indígenas en el espacio y el tiempo, se afirma incluso en sus lenguas, en sus "filosofías", en su concepción del mundo y el hombre, presente también en las innumerables muestras que van desde la escritura de sus códices y la realización de sus calendarios, hasta las adaptaciones culturales propias de la vida nómada, patentizándose en su poesía, escultura, orfebrería, tejeduría y cestería, etc., etc., todas ellas simbólicas.

Es interesante destacar que muchas de estas culturas aparentemente muertas están vivas hoy día y siguen expresándose a sí mismas por medio de ritos y ceremonias que revelan su origen, a veces en un sincretismo cristianizado, o bajo el disfraz agradable del folklore, o en algunas de ellas, como lo han hecho desde siempre, tradicionalmente, según nos lo certifica el trabajo de los antropólogos actuales y las crónicas de la colonia, así como el relato de innumerables viajeros extranjeros, a los que hay que agregar la extraordinaria labor de los estudiosos de lo indígena en Europa y América (1)

Todos estos testimonios están a mano de quien quiera familiarizarse con ellos y lo único que se necesita para realizar una investigación de esta naturaleza es buena voluntad, interés y paciencia, armas con las que se podrá conquistar la comprensión de las culturas precolombinas, tanto en su carácter formal o sustancial de manifestación, invariablemente rico, admirable y sugerente, como en su realidad, es decir, en su auténtica raíz, en su esencia; lo que es comprenderlas de verdad, o sea, hacer nuestros esos valores, ese conocimiento que, como ya se ha dicho, nos legaron.

También es comprender una sociedad tradicional e igualmente la mentalidad arcaica, origen de todas las grandes civilizaciones, entre las que se destaca la precolombina, a la par de las mayores conocidas que se hayan dado tanto en Occidente como en Oriente.

Por otra parte, descubrir su cosmovisión, a veces análoga y a veces exacta a la de otros pueblos es -además de una sorpresa y como toda verificación cualitativa un placer- la prueba de que existe una cosmogonía arquetípica, un modelo del universo cuya estructura manifiesta lo que se ha dado en llamar la Filosofía Perenne, la que aparece de modo universal a pesar de los innumerables ropajes con que se viste en distintas geografías y tiempos. Fray Juan de Torquemada en su Monarquía Indiana (prólogo al libro VII) advierte con sagacidad:

"Y no te parezca fuera de propósito, tratando de indios occidentales y de su modo de religión, hacer memoria de otras naciones del mundo, tomando las cosas que han usado desde sus principios, porque uno de mis intentos, escribiendo esta larga y prolija historia ha sido dar a entender que las cosas que estos indios usaron, así en la observancia de su religión como en las costumbres que tuvieron, que no fueron invenciones suyas nacidas de su solo antojo, sino que también lo fueron de otros muchos hombres del mundo". (2)

Tal vez la expresión Filosofía Perenne no alcanza a explicar a esta ciencia, razón por la que se le ha llamado también Religión Perenne y Universal; acaso esta última expresión sea aun menos clara que la primera y podrá producir equívocos... Se pudiera igualmente llamar Gnosis Perenne, o Cosmovisión Universal o Tradición Unánime, pero no es su nominación sino su contenido lo verdaderamente importante, lo trascendente. Sin embargo esta concepción del mundo común a todas las tradiciones verificables, que se manifiesta de un modo unánime (a pesar como se ha dicho de sus diferencias formales, las que hacen precisamente que cada una se destaque con sus valores propios que a la vez la distinguen y la identifican) no es conocida hoy en el mundo moderno sino por unos pocos, ya que no se enseña de manera masiva y oficial siendo además negada por las concepciones de este mismo mundo moderno, razón por la que el hombre contemporáneo, a la inversa del hombre tradicional, o sea al revés del hombre de todos los tiempos, ha desechado las energías espirituales y sutiles como componentes activos de la manifestación cósmica, siempre presentes en ella, y sólo se interesa por lo material y limitado de lo cual toma prolija nota estadística.

Hay que aclarar que las analogías reales que poseen las distintas tradiciones entre sí, derivadas de sus concepciones metafísicas, ontológicas y cosmogónicas, no son meras coincidencias de forma y similitudes casuales, sino por el contrario adecuaciones de una misma realidad universal intuida (revelada) por todos los hombres de todos los lugares y tiempos; la que está fundada en la verdadera naturaleza del ser humano y el cosmos. De allí que esas filosofías sean auténticamente perennes y que revelen un pensamiento idéntico de distintas maneras, adecuado a circunstancias de mentalidad, tiempo y lugar. Igualmente es sabido que existen pautas que permiten identificar el pensamiento tradicional, su cosmovisión, su simbólica, su Imago Mundi, no expresada exclusivamente de modo lógico o discursivo. El hombre, como ente completo, incluye diversos grados de ser dentro de sí que exceden el racionalismo, y en ese sentido debe remarcarse la garantía que son los símbolos al respecto, como lo expondremos más adelante. Miguel León Portilla, en su libro La Filosofía Náhuatl nos dice:

"En el pensamiento cosmológico náhuatl encontraremos, más aun que en sus ideas acerca del hombre, innumerables mitos. Pero hallaremos también en él profundos atisbos de validez universal. De igual manera que Heráclito con sus mitos del fuego inextinguible y de la guerra 'padre de todas las cosas', o que Aristóteles con su afirmación del motor inmóvil que atrae, despertando el amor con todo lo que existe, así también los sabios indígenas sacerdotes náhuatles, tlamatinime, tratando de comprender el origen temporal del mundo y su posición cardinal en el espacio, forjaron toda una serie de concepciones de rico simbolismo".

Es de hacer notar también que no sólo la tradición precolombina sufrió la incomprensión de su cultura, la que debía morir a manos de una tradición históricamente más poderosa: la europea cristiana, sino que la propia naturaleza del continente y sus habitantes fueron disminuidos sistemáticamente desde la conquista hasta nuestros días. Desde negar el alma de los indígenas hasta inventar acerca de las especies vegetales y animales americanas, como fue el caso de Buffon y algunos otros, los que atribuían debilidad a estas especies y las consideraban inferiores. (3)

Desde la época del descubrimiento se tuvo en Europa una enorme cantidad de tabúes respecto al nuevo continente. Todos estos elementos generaban seguramente en la mente europea determinadas imágenes de atracción y rechazo por lo desconocido, incertidumbre, sospechas, temor y un fuerte impulso de negar todo aquello que no cabía dentro de sus esquemas mentales a los que otorgaba valor de verdad simplemente porque eran los propios y los del entorno cultural conocido.

Era imposible con toda la sarta de prejuicios mentales y tabúes religiosos que poseían los descubridores que consideraran a los aborígenes y su cultura como algo que armonizara con su concepción del hombre y el mundo. Por otra parte su rol de conquistadores y misioneros, es decir, su función de evangelizadores y civilizadores, de hombres providenciales en suma, hacía imposible a priori cualquier intento de valorización de las culturas vencidas. Estaban, pues, condicionados por su tiempo y por el sitio geográfico de su nacimiento. Debe tenerse también en cuenta para el estudio imparcial de la Tradición Precolombina, que el período cíclico general en que se encontraban estos pueblos antes del descubrimiento era de decadencia al igual que el de la propia cultura europea.

No debe culparse a los descubridores de su ignorancia de la Filosofía Perenne, o sea, del sentido real y auténtico de su propia tradición. El esoterismo cristiano había sido olvidado en España y la Inquisición era muy activa en ese tiempo. Como ya se ha dicho, el propio Occidente ignora hoy día el sentido metafísico y simbólico de su tradición. A raíz del descubrimiento las reacciones fueron muy distintas tanto en la península ibérica como en el resto del continente, de acuerdo a los países, los puntos de vista, los intereses y el grado de cultura de cada cual. (4)

Por un lado, desde el punto de vista de los descubridores, debía encontrarse alguna justificación intelectual acerca de esas tierras y sobre todo de esas gentes nuevas; por el otro, debía asimilarse a esos pueblos bárbaros y salvajes a lo que era la civilización en ese entonces para los europeos. No había tiempo para tratar de entender al vencido y su lugar en la historia y en el continente sobre el que las otras grandes potencias ya habían comenzado a poner los ojos. Se impidió viajar al Nuevo Mundo a todo aquél que no fuese español. Quedó así sujeta América a España y por lo tanto partícipe de sus vaivenes ideológicos y también de sus desgarramientos y contradicciones.

Estas últimas se presentaron en el nuevo continente protagonizadas por dos personajes prototípicos: el soldado y el sacerdote.

El primero sólo interesado en el poder y los valores materiales, enemigo del indio, al que despreciaba y maltrataba tratándolo como sirviente. El segundo como protector de los naturales, interesado verdaderamente por ellos e incluso por su tradición, aunque con las debidas precauciones; tal el caso de numerosos religiosos cronistas, a los que hay que estar particularmente agradecidos por sus trabajos. Sin embargo, desde el punto de vista de la Filosofía Perenne, entre ellos no hay ningún sabio de la talla de aquellos numerosos que fincaban en las distintas ciudades y cortes europeas contemporáneamente, especialmente en Italia.

Estos cronistas nos narran que una de las cosas que más repugnó a los descubridores, y a ellos mismos, fueron los sacrificios humanos. Estas prácticas, que hoy son tan difíciles de entender, han sido sin embargo comunes a todos los pueblos arcaicos y se han dado en todas las sociedades. De ninguna manera se intenta con esto "justificar" a esos pueblos que no necesitan de la "justificación" de nadie; más bien se pretende abordar el tema objetivamente, prescindiendo del criterio actual y de nuestro inevitable sentimentalismo, lo cual es propio de cualquier investigación seria. Estos sacrificios se han practicado también por egipcios, griegos y romanos, a saber: nuestros ancestros culturales. Entre estos últimos fueron prohibidos oficialmente por el senado sólo en el año 97 A.C. No solamente los celtas, germánicos y precolombinos conocieron estos sacrificios; aún se practican en algunas tribus africanas.

Casi siempre estos ritos van seguidos de la ingestión de la carne (la energía, el poder) de la víctima. La sustitución del hombre por el animal o alguna otra especie vegetal se da igualmente en forma rítmica e histórica. Pensamos que no se puede juzgar a una sociedad arcaica con valores actuales dada la diversa mentalidad que los hace otros, y establece un abismo entre lo que imagina el hombre de hoy día que es él y el mundo, y la forma de vivir de un ser humano tradicional. Una de las causas de fondo por la que resulta difícil el estudio del pensamiento indígena es, sin duda, la pérdida paulatina del sentido cíclico del tiempo, que Occidente, a partir de una solidificación de su cultura, de la eclosión de las grandes ciudades (lo que supone un alejamiento de los períodos naturales), y una creciente individualización, transformó en un tiempo lineal y cronológico, mientras los arcaicos fundamentaron sus cosmogonías, y por lo tanto su manera de ser, entender y vivir, a partir de un tiempo reincidente que como una energía regeneradora está viva y siempre actuante conjuntamente con un espacio en perpetua formación.

En efecto, el ciclo diario y anual del sol ha sido para los pueblos tradicionales una prueba de la armonía y complejidad de la máquina del mundo y de su industria constante. El mundo mismo (la máquina) cubierto por el ropaje de la naturaleza, cambiante con las estaciones, no es sino un símbolo del ritmo universal que antecede, constituye y sucede a cualquier manifestación. El misterio del ritmo, expresándose en ciclos y periodos, es la magia que subyace en todo gesto; y la vida del cosmos, su símbolo natural. El sol es entonces una de las expresiones más obvias de esa magia; en sus periodos marca con nitidez la regularidad de las más obvias de esa magia; en sus periodos marca con nitidez la regularidad del tiempo, el que procede según su arbitrio. (5)

En el año ordena las estaciones y regula los climas y las cosechas y de su gobierno depende la vida de los hombres. Es por eso el padre, palabra que designa tanto su paternidad omnipotente con respecto a la creación, como limita sus funciones al humanizarlas. Por detrás del astro hay otra energía que lo ha conformado y le ha dado funciones reguladoras que encauzan la vida de los hombres. Lo mismo sucede con las demás estrellas y con las manifestaciones naturales, hasta las más mínimas, lo que constituye un concierto de leyes y una danza de símbolos y analogías en un conjunto perfectamente intercomunicado en el centro del cual se encuentra el ser humano.

El conocimiento de estas relaciones da lugar a la ciencia de los ciclos y los ritmos –otro de los nombres que podría darse a la Filosofia Perenne– la que se cristaliza en los mesoamericanos en su complejo calendario, instrumento mágico de relaciones y correspondencias numéricas y artefacto de sabiduría, con el cual se regían los destinos sociales e individuales.

Para los pueblos americanos esa periodicidad solar era cuadriforme (sol de mediodía, sol nocturno y dos ocasos; solsticio de verano, de invierno y dos equinoccios) y esa estructura cuaternaria se hallaba presente en cualquier manifestación; a su vez cuatro eran los puntos límite del horizonte, (6) y cuatro los "colores" o diferenciaciones básicas entre todas las cosas (recordar los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra compartidos con la civilización greco–romana).

Todo ciclo se divide, entonces, de modo cuaternario, y esta realidad conforma el modelo más sencillo del universo, producto de la partición del propio binario, o sea, su potencialidad (4 = 22). A estos cuatro puntos espacio–temporales hay que agregar un quinto, que se halla en el centro de ellos, constituyendo su origen y su razón de ser, asimilado al hombre y a su verticalidad como intermediario de comunicación tierra–cielo, o sea, entre dos planos distintos de la realidad. Este es el esquema básico de la cosmovisión precolombina. Alfredo López Austin afirma:

"La superficie terrestre estaba dividida en cruz, en cuatro segmentos. El centro, el ombligo, se representaba como una piedra verde preciosa horadada, en la que se unían los cuatro pétalos de una gigantesca flor, otro símbolo del plano del mundo. En cada uno de los extremos del plano horizontal se erguía un soporte del cielo.

Con el eje central del cosmos, el que atravesaba el ombligo universal, eran los caminos por los que bajaban los dioses y sus fuerzas para llegar a la superficie de la tierra. De los cuatro árboles irradiaban hacia el punto central las influencias de los dioses de los mundos superiores e inferiores, el fuego del destino y el tiempo, transformando todo lo existente según el turno de dominio de los númenes. En el centro, encerrado en la piedra verde preciosa horadada, habitaba el dios anciano, madre y padre de los dioses, señor del fuego y de los cambios de naturaleza de las cosas". (7)

También esta división cuaternaria presente en todo era válida para los grandes ciclos sobre los cuales tenían complejas y elaboradas teorías. Se puede, asimismo, aplicar su forma de ver y dividir con ella en cuatro la vida o desarrollo de cualquier pueblo: recolectores, nómades con agricultura incipiente, sedentarios agricultores y eclosión de las ciudades, lo que constituye el nacimiento, crecimiento, decadencia y caída de cualquier organismo social. Esto ha sido incluso protagonizado por sus culturas que, desde luego, no han podido sustraerse a estas leyes universales por ellos descubiertas, o mejor, reveladas a sus sabios y profetas. Nos dice J. Imbelloni:

"La sucesión de los Soles es en América la imagen de los 4 ciclos vitales que se han sucedido en la tierra hasta el período presente. Al terminarse un ciclo vital, el Sol que le brindó calor y lumbre desaparece del cielo (al igual que los demás astros) y aparece otro Sol al comienzo de la Edad sucesiva. El intervalo está caracterizado por un periodo de tiniebla cósmica, un verdadero interludio sin vida, ni calor, ni luz, en el cual los hombres sobrevivientes a la última calamidad imploran angustiosamente que amanezca". (8)

Los ciclos de los que se habla, comunes a los precolombinos y a otros pueblos arcaicos, constituyen una Tradición Unánime y deben ser puestos en relación con ruedas que giran independientes y que cumplen su propio ciclo, o mejor, su período dentro de un ciclo, las que al engranar con otras –como sucedió con la Tradición Precolombina y la Cristiana– no tienen necesariamente que compartir la "evolución" de ese mismo período cíclico, como es fácil comprobarlo.

Las culturas indígenas que coexistían con las grandes civilizaciones americanas no se encontraban siempre en un mismo período rítmico y por lo tanto estaban en un disímil estado de desarrollo.

Pero esto no significa que estuvieran más o menos evolucionadas en el sentido que se le suele dar a ese término, o sea, como sinónimo de un progreso indefinido. Vivía cada cual una etapa de su historia como un hombre vive su infancia, su juventud, su madurez y su vejez, antes de acabar inexorablemente. Reiteremos: un ciclo mayor contiene a indefinidos menores, subdividiéndose estos a su vez.

Una sociedad puede encontrarse ante una barrera de la historia y padecer su fin, su disolución en cualquier período evolutivo; tal cual un niño, un joven, una persona madura o un anciano pueden enfrentar la muerte en cualquier momento.

Eso es lo que sucedió con la Tradición Precolombina, la que prácticamente sucumbió con el descubrimiento; sin embargo, puede reconstruirse su ser por medio de los documentos y monumentos que atestiguan su pasado, por sus símbolos que siendo arquetípicos aún están que atestiguan su pasado, por sus símbolos que siendo arquetípicos aún están vivos y nos transmiten su manera de ver la Tradición Unánime, el modelo cosmogónico en acción a la luz de la Filosofía Perenne y Universal.

Desgraciadamente los indígenas actuales al parecer únicamente conservan algunas formas de la sabiduría ancestral, y con el paso del tiempo hemos podido observar que aun estas se pierden al poseer solo un contenido emocional, cuando no supersticioso, o de tipo nigromántico, según el caso.

NOTAS
1 En términos generales los indígenas de hoy día practican la devoción como forma profunda de acercamiento a la deidad (bhakti yoga), influida directamente por el cristianismo y con numerosos resabios arcaicos.

2 En el mismo sentido, Gonzalo Fernández de Oviedo Cronista Mayor de Indias escribe en su Historia General: "Y así me parece en la verdad que, de muchas cosas que nos admiramos en verlas usadas entre estas gentes e indios salvajes, miran nuestros ojos en ellas lo mismo o cuasi que habemos visto o leído de otras naciones de nuestra Europa e de otras partes del mundo bien enseñadas".

3 Ver A. Gerbi, La Naturaleza de las Indias Nuevas y La Disputa del Nuevo Mundo, México, F.C.E. 1978 y 1982.

4 Pero sin duda fue una revolución desde la perspectiva geográfica, o sea de la coordenada espacial que modificó las concepciones mentales que se poseían en ese momento y con las cuales aun los europeos se identificaban. Este tema de la modificación de la mentalidad europea y occidental por medio de la geografía y sobre todo la cartografía, cambió su concepción espacial (en un mapa están fijos los sitios, los que no eran anteriormente sino perfectos descubrimientos o redescubrimientos, en la dinámica del viaje) y la limitó, fijándola. Es sabido que las ciencias geográficas renacieron en esta misma época muy influenciadas precisamente por el descubrimiento de América.

5 Muchos pueblos indígenas han vivido al terror como manifestación de lo sagrado, como un sentimiento o energía de la deidad y con ese criterio pueden aclararse muchos aspectos de sus culturas. En ese sentido, no siempre se contaba con la aparición del astro. Y el temor, asociado a la veneración y a su majestad y a la magia del ritmo ritual producía (o favorecía) estados muchas veces colectivos de catarsis, o de comunicación con las emanaciones invisibles. Estas eran particularmente notorias cuando el ciclo diario del sol combinaba con el anual, especialmente en el solsticio de invierno, y aun más cuando a esta coincidencia había que sumarle otra correspondiente a un ciclo mayor, como era el caso del período de 52 años (siglo) en Mesoamérica.

6 Lo que puede resultar curioso para alguien inadvertido es que espacio y tiempo coinciden en esta concepción cósmica tal cual sucede en la ciencia moderna a partir de Einstein. Sin embargo, dicha perspectiva no es sólo indígena sino propia de todos los pueblos tradicionales. Y el estudio de sus distintas cosmogonías, lejos de ser por este motivo tedioso, se enriquece extraordinariamente con las formas que toma cada tradición particular.

7 Cuerpo humano e ideología. UNAM, México 1984, pág. 66/7.

8 Religiosidad Indígena Americana. Castañeda, Bs. As. 1979, pág. 87.

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PERSISTENCIA DE LA IDENTIDAD INDIGENA

PERSISTENCIA DE LA IDENTIDAD INDIGENA
FEDERICO GONZALEZ

Esta ponencia tiene por título "Persistencia de la identidad indígena" y lleva implícito un interrogante: ¿Existe en nuestros días, está viva, la Tradición precolombina? Responderemos afirmativamente dada la evidencia testimoniada por cuarenta y cinco millones de indígenas en toda América y diremos que esto es así puesto que no puede subsistir verdaderamente nada alejado de las fuentes tradicionales, que son precisamente las que generan la posibilidad de una cultura, cualquiera que ésta fuera. Por lo tanto nuestra respuesta a la pregunta es un sí, basado en la experiencia y confirmado por prácticamente la totalidad de antropólogos, arqueólogos, simbolistas y otros investigadores.


Queremos destacar que este tema de la sobrevivencia de las antiguas culturas precolombinas es de vital importancia, puesto que generalmente se dá por descontado que estas culturas están muertas, o sólo sobreviven de ellas jirones inofensivos, etiquetados con el nombre de folklore que deben su validez al pintoresquismo exótico y colorido, superficial, de vestimentas, bailes, costumbres, leyendas, ceremonias, etc. Desde nuestro punto de vista, y si esto sólo fuera así, sería muy relativo el interés que nos despertarían estas culturas apenas sobrevivientes, más ligadas a la óptica del turismo que a la de la gnosis.

Por lo que deseamos señalar aquí dos puntos disímiles que servirán para dar coherencia a nuestro discurso:

a) La asimilación por parte de los indígenas americanos de determinados elementos del cristianismo, que ya existían en sus cosmogonías, comenzando por la cruz, y siguiendo por arcángeles, ángeles y santos, como imágenes de sus dioses. Estas asociaciones a su vez son más o menos claras en la actualidad según los lugares y pueblos indígenas, aunque debe destacarse por sobre todo matiz la capacidad autóctona de verdadera comprensión del cristianismo en su aspecto más elevado, el anagógico, mismo del que no eran conscientes todos los misioneros, y la mayor parte de los cristianos de hoy día. Esta síntesis o sincretismo, si se quiere, ha hecho posible, por otra parte, la supervivencia de la antigua tradición, aunque ésta jamás se dejó atrapar por la totalidad de los dogmas religiosos, y ha mantenido siempre hasta la actualidad el culto paralelo de otras teofanías y diversas expresiones soteriológicas, vinculadas con los estados de un Ser Universal -o nombres divinos- perdidos en la visión cristiana contemporánea. De más casi está decir que esta actitud mental y espiritual indígena ha llevado también a rechazar los usos y costumbres del hombre blanco occidental ya que no se corresponden en absoluto con su cosmovisión, donde el macro y el microcosmos juegan papeles y roles precisos y armónicos, totalmente alejados de un valor individual y separado, y mucho menos de exaltación competitiva de lo personal y culto a lo más material, grosero y finito. Aunque se debe hacer la salvedad de que ciertas manifestaciones han subsistido de manera bastante adulterada, tanto en su esencia como en las formas en que se expresan, y algunas particularidades aparecen como no fundamentadas claramente en la cosmovisión indígena Tradicional (análoga a la Cosmogonía Perenne y Unánime, expresada en símbolos y mitos presentes en sus monumentos y códices), sino degradadas, signadas por la superstición -que comparten con mestizos y blancos-, y la "brujería" más elemental.

b) Se tienen motivos fundamentales, dada la identidad de todo tipo evidente, para hablar de una Tradición Precolombina, aunque en realidad son numerosas las culturas y civilizaciones que existían, o mejor, coexistían a la época del descubrimiento, así como son muchas las que hoy subsisten con formas bastante distintas, asociadas a diversos símbolos de fauna, flora, regímenes de lluvias y agrarios, etc. Ya volveremos sobre ello más adelante, bástenos ahora tener presentes estos dos temas para adentrarnos en la comprensión de lo indoamericano actual, a saber: por un lado que las formas tradicionales indígenas se expresan muchas veces de modo cristianizado y al amparo de la religión católica, aunque conservando en mayor o menor grado su estructura Precolombina y que, en algunos casos, esta Tradición, heredera de la Gran Tradición Atlante, se ha ido contaminando hasta degradar de una manera grosera como lo acreditan ciertos indígenas, pseudoindígenas, o varios. Por otro, que hay motivos para hablar de una Tradición Precolombina común a los distintos pueblos aborígenes.

Pasemos ahora a la cuestión de la identidad indígena. El mismo enunciado de este tema es dual y supone una visión general de las culturas observadas desde el punto de vista europeo-occidental y no un asunto propio de las culturas aborígenes que jamás se preguntan esta cuestión, y por ende no tienen respuesta para ella. En primer lugar, diremos que un miembro de una comunidad americana tradicional no se ve a si mismo como un indio -y ya se sabe que ese mismo término es completamente espúreo- sino como el heredero de los dioses, la posibilidad de ser el hombre verdadero, es decir el Hombre Universal, el ser humano como intermediario creacional.

Por otra parte, las distintas tradiciones indígenas no se identifican entre sí, y tienden a considerar a los integrantes de otras naciones, tribus, o mismo clanes, como extranjeros, cuando no enemigos, dadas las rivalidades y las guerras que han tenido a lo largo del pasado -y que posibilitaron en gran parte su propia conquista-, muchas de las cuales se perpetúan en la actualidad, a nivel local y aún familiar, en forma de enconos.

Eso se debe a que cada pueblo en sí se considera el Centro del Mundo y piensa que su cultura y su lengua es la que mantiene viva la posibilidad del Ser en ese mundo, que se perpetúa gracias a su hacer sagrado (sacrificio) y al conocimiento de los misterios cosmogónicos y metafísicos, que les fueron revelados a sus ancestros en el Origen. Los pueblos indígenas de América no mantienen mucha comunicación entre sí, ni la han mantenido, salvo a través de un sencillo comercio de trueque y las constantes guerras, (que por otro lado forman parte de su concepción dialéctica del cosmos) que han generado y generan siempre interrelaciones y todo tipo de secuelas. Por lo tanto no sienten que pertenecen a un tronco ancestral común, ya que cada pueblo tiene el propio, que enraiza directamente con lo vertical, o divino. Esto hace que un indígena tradicional contemporáneo no se sienta "indio", o perteneciente a una "raza"; ni siquiera solidario con la idea de América o Nuevo Mundo, y tampoco con la del país republicano a que "pertenece" actualmente. Sólo desde hace aproximadamente 20 ó 30 años han comenzado, junto con la irrupción de los medios de comunicación, y la "universalización" del globo terráqueo, a conocerse entre ellos y a tratar de entablar algún contacto directo, lo que se ha dado tan sólo entre algunos grupos y tomando en común temas no estrictamente ligados con su tradición metafísica y cosmogónica propios de los chamanes y jefes autóctonos, sino secundarios, aunque muy importantes, acerca del trato social, económico y cultural que han padecido y siguen padeciendo de cara a la pretendida civilización del hombre blanco, su crueldad, su deshumanización y su injusticia (1)

Sin embargo, y a pesar de que los indios americanos no se conozcan o se hayan tratado poco entre ellos, para un observador imparcial, sus culturas se encuentran íntimamente ligadas, como ya hemos dicho en cuanto comparten una misma cosmogonía y símbolos, mitos y ritos análogos, además de un cierto tipo humano común y otros innumerables rasgos y costumbres que los emparentan a la gran mayoría de ellos entre sí. Hemos de señalar de paso que lo mismo sucede con los distintos pueblos europeos, aunque la situación, por diversos motivos no es exactamente la misma.

De otro lado, las comunidades indígenas actuales son "primitivas", en el sentido que poseen una clara y sencilla sabiduría sin complicaciones, otra mentalidad, o sea que su punto de vista es más sintético que el del hombre blanco, su intuición mayor y directa sin necesidad de discursos y su conocimiento de los ciclos y ritmos naturales y cósmicos más profundo, al punto de llevarlos tan encarnados que constituyen casi parte de su ser, lo que paradójicamente dificulta la comunicación con el mundo moderno, al cual, por otra parte, se le suele conocer de manera incompleta.

En la actualidad hay varios movimientos y asociaciones interétnicos y muchos de ellos pretenden unir distintas tribus en una misma república moderna, o en el conjunto continental, tratando de "concientizar" al indígena, generalmente en cuanto a sus derechos humanos constantemente avasallados, a sus propiedades perennemente en disputa, y a reconocerse como una minoría explotada y marginada, en el mejor de los casos: tolerada, aunque como un lastre productivo, y vivida como un peso muerto en los países de mayoría indígena, donde se los menosprecia, rechaza, e inclusive por un complicado proceso de culpa, se les teme.

Esta incipiente comunicación de los pueblos indígenas, de cara al hombre blanco, se ha visto desde el comienzo, desgraciadamente, influida por la política continental y mundial y algunos de los líderes indígenas, muchos de los cuales no conocen el significado verdadero de su Tradición, están condicionados por ideologías extrañas a sus naciones y que nada tienen que ver con ellas, sino con el hombre blanco, tal el marxismo (que pretende disminuir el valor de la Tradición interpretándolo materialmente y desvirtuándolo al ponerlo al nivel económico de una mera lucha de clases), aunque la mayor parte de las comunidades autóctonas rechaza estas actitudes.

Para seguir aclarando nuestro panorama acerca de la identidad indígena debemos recordar el grado y la diferencia de aculturación de los diversos pueblos y las formas que ésta ha tomado en cada caso. En efecto, numerosos grupos están mucho más cerca de la cultura occidental que otros y sus miembros son bi o trilingües y por lo tanto con un acceso mayor a los medios de comunicación, e intercambio cultural; de otro lado, hay comunidades indígenas ricas y otras pobres, y el mismo concepto de propiedad: reserva, ejido, propiedad comunitaria y privada, varía de acuerdo a los diferentes pueblos y estados. La ubicación geográfica es en este asunto determinante, y puede observarse que los indios que en general habitan cerca de las grandes ciudades, o en lugares accesibles, están lógicamente más aculturizados que los que viven en sitios remotos y aún hoy casi impenetrables. Es prácticamente una ley que estos últimos conservan su Tradición y su identidad en escala mucho mayor que aquellos que han sido absorbidos totalmente por el cristianismo y la cultura de consumo, hasta el punto de ser, o querer convertirse en "ladinos", para lo cual, casi con regularidad dejan de usar el traje regional que cambian por camisa y pantalón, y sobre todo, no usan ya su calzado, sino zapatos. Esto es casi dejar su condición de indios, a lo que va unido la pérdida de la memoria tradicional, por el corte voluntario con las propias raíces. Este fenómeno ha sido y es constante desde la época de la conquista. Por cierto hay excepciones a la regla y se da el caso de ciertas comunidades indígenas que han guardado sus tradiciones hasta hoy pese a su contacto con extranjeros de todo tipo y la cercanía de grandes ciudades y medios de comunicación. Esta situación se presenta particularmente en los Estados Unidos de América, donde numerosas comunidades, en reservas, o en pequeñas ciudades o pueblos, han incorporado determinados elementos del "american way of life" (heladera, televisión, automóvil, tractor, casa de material, etc.), aunque conservando sus tradiciones y ritos. Sobre el particular, o sea sobre el grado de aculturación, o pérdida de los valores tradicionales, de ninguna manera se puede generalizar y es necesario tomar cada caso en particular, lo cual no es tan engorroso como a simple vista parece, puesto que existen actualmente elementos para efectuar una evaluación equilibrada, tomando como base las manifestaciones emanadas de los propios autóctonos.

Igualmente hemos de considerar a los pueblos indígenas que no quieren comunicarse con el hombre blanco, con los mestizos, o alguien en particular. Son la mayoría, y aunque uno pueda acercarse a ellos son impenetrables y salvo algún caso particular nada dirán de sí mismos ni de nada. Estas comunidades se han retirado a las más elevadas y abruptas montañas, o viven en las profundidades de la selva, aunque no siempre se encuentran tan aisladas, y hace ya largos años que evitan todo contacto con el universo profano de los invasores, al precio de soportar las condiciones físicas más extremas y una pobreza completa.

Por otra parte, el tema del indigenismo, en las modernas repúblicas americanas o la toma de conciencia del "problema" indígena nace a finales del siglo pasado, con el desarrollo de la Etnología, y es precisamente en un país "indígena" como México, donde alcanza su mayor evolución, ya que esta república no sólo se encuentra a la cabeza de América Latina en cuanto investigación arqueológica e histórica, sino también en antropología, y en el trato de las diferentes instancias relativas a la vida de los aborígenes y su inserción en el "mundo moderno" y el ámbito nacional. Numerosas instituciones, organismos y medios, así oficiales (los distintos Institutos Nacionales Indigenistas, propios de cada país, cuyas políticas han sido discutidas y debatidas constantemente) como internacionales o privadas (nos place destacar aquí la importante labor cumplida por el Instituto Indigenista Interamericano, fundado en 1940 y dependiente de la Organización de Estados Americanos y su órgano de difusión la revista "América indígena"), contribuyen actualmente a esclarecer y actualizar las diversas modalidades de su cultura, así como ponen en evidencia el abandono de que son objeto por parte del Estado y la sociedad civil en general.

En realidad los indios así como la naturaleza y el paisaje americano han sido descritos, al igual que su cultura, "creencias", y usos y costumbres, por los cronistas españoles y también portugueses, franceses e ingleses desde los primeros tiempos del descubrimiento, comenzando por el almirante Cristóbal Colón y siguiendo por una legión de escritores, casi todos sacerdotes (aunque no faltaron licenciados y guerreros), que dejaron asentado con mayor o menor fortuna, y muchas veces por encargo de los reyes europeos, sus impresiones acerca de los naturales, indagando en su historia y en sus orígenes. A ellos han seguido los libros escritos por los indios en su propia lengua pero con caracteres latinos, y la literatura mestiza o criolla del siglo XVII y XVIII, mucha de ella basada en documentos de los autóctonos, o en sus narraciones transmitidas de una manera directa. Hay que agregar los relatos posteriores de viajeros, y desde mediados del siglo pasado el interés científico y universitario tanto en la arqueología como en la etnología, cada vez más sostenido hasta los tiempos actuales (aunque con una visión literal, utilitaria y material que no hace sino reflejar la época y el estado de la ciencia oficial a que pertenecen).

Para dar ahora una imagen de lo vivas que están estas culturas y su multiplicidad pasaremos a citar algunas de las muchísimas lenguas en que se expresan aún hoy los indoamericanos y el número de hablantes que las practican. Todas estas etnias en un grado u otro conservan sus tradiciones, ritos, costumbres, etc. y tienen sacerdotes-chamanes entre ellos; los aborígenes que las integran se sienten parte de una tradición que involucra a sus ancestros temporales, imagen de los orígenes primordiales, y a toda su vida, su tribu, en definitiva, su ser; por lo que puede decirse que a pesar de los V siglos transcurridos desde el descubrimiento se puede comprobar la persistencia de su identidad, aunque no es como "indígenas" tal cual ellos se perciben, o al menos no sienten la necesidad de compartir con otros americanos a los que han oído tal vez nombrar en el mejor de los casos, o desconocen totalmente, pero a los que no ubican en ningún lugar preciso, ya que en general ignoran todo lo referido a la geografía, a menos que no sea lo que les circunda o lo recorrido en determinada zona. Por otra parte, ya que diremos algo de la distribución de las lenguas añadiremos que en algunas comunidades la ignorancia de los idiomas europeos, que funcionan como "lingua franca", es, a veces, del 50%; se podrá tener una idea del aislamiento en que vive el indio a la fecha, y el por qué si bien tiene una identidad, dada por la tradición, no se siente indio, en cuanto a lo que nosotros entendemos por tal: un miembro de una raza que puebla un inmenso continente. Vayamos a las cifras:

Existen tres millones de hablantes quechuas en el Perú, millón y medio en el Ecuador, al igual que en Bolivia; en Argentina llegan a cien mil, por lo que podemos calcular que son unos seis millones de personas que utilizan esa lengua, de las cuales el 40% no dominan el castellano. El aymara es hablado por trescientas treinta mil personas en Perú y un millón ciento setenta mil en Bolivia y Chile. Ochocientos ochenta mil se comunican en náhuatl, el 90% de los paraguayos se expresan en guaraní, mientras sólo el 50% lo hacen en castellano. El maya yucateco se habla en todo Yucatán, en Guatemala el quiché, el k"ek"chí, el cackchiquel, el mam, aparte de casi otras veinte lenguas son usadas cotidianamente. En México el otomí, el tarasco, el mixteco, el tzotzil, el zapoteco y otras decenas de idiomas se hallan vivos, y utilizados cada uno de ellos por cientos de miles de gentes, al igual que los de la Patagonia Argentina y Chile, en especial el araucano, o tehuelche que es practicado por 550.000 parlantes.

En las selvas y montañas de Brasil, Colombia y Venezuela, se hablan decenas de lenguas. En los Estados Unidos, el Canadá y entre los esquimales -estos últimos suman sesenta y dos mil- la situación es análoga, y aún si pudiera decirse más desordenada; en EE.UU. es confusa, ya que constantes migraciones, antes y después de la invasión europea, el hecho de que fueran nómadas, y la propia organización histórico-política del país hacen sumamente dificultosa, si no imposible esa tarea, al igual que la de catalogar de manera exacta las distintas tribus o naciones indígenas. Lo que agrava la situación es que muchos pueblos tienen idénticas costumbres, símbolos, mitos y ritos y distintas lenguas, y a la inversa, pueblos de la misma lengua poseen diferencias en su estructura cultural, y aún grandes rivalidades en el uso y manejo de la tradición común.

Quien se ocupe de estas culturas, ha de actuar con sumo cuidado, tratando de estudiar cada caso cultural particular, a la vez que lo articula a la estructura de conjunto; de otro lado ha de investigar los materiales emanados no sólo por la Lingüística sino por la Historia, la Arqueología, etc. y en todos ellos encontrará datos tradicionales necesarios, aparte de lo que pueda significar su conocimiento y contacto directo, su "trabajo de campo", por llamarlo así, no sólo con los indígenas sino con la geografía de América, con su tierra, aún en formación, así se trate de montes, valles o sierras, lugares todos donde se asentaron las antiguas culturas tradicionales, sitios donde aún algunas subsisten, pese a los traslados de que han sido objeto. Si se ha especializado en algún área en particular es lógico que estudie las vecinas para encontrar analogías y diferencias; en realidad numerosos investigadores han actuado de esta manera ampliando el marco de referencia hasta abarcar la totalidad de América. Otros aún han ido más lejos al punto -y esto ha sucedido desde las primeras crónicas sobre los nativos- de comparar su cultura con la de los griegos y romanos, y particularmente con la historia y tradición judía, que como cristianos -algunos de ellos convertidos- conocían bien; no han faltado quienes han mencionado el origen atlante de estas culturas.

Pensamos que han contribuido con su testimonio a conservarlas, como todos los estudiosos, americanos y europeos, que se han ocupado de ellas, hasta la presente fecha, lo han hecho directa e indirectamente. Directamente puesto que por su labor, muchas veces bastante sacrificada, hemos logrado comprender estas culturas hasta donde se puede, desde luego, y podemos percibir entonces sus valores tradicionales, diferentes y análogos, con otros pueblos del mundo, y compartir con ellos sus concepciones sobre la cosmogonía, el significado de la vida, la sacralidad de los ritos cósmicos y las leyes en que se organiza la Inteligencia Universal. Indirectamente, porque al valorizar su cultura y tradición por medios letrados y universitarios se consigue que las instituciones oficiales se ocupen de los indígenas, a los que no sólo debe otorgárseles los mismos derechos que a los demás integrantes de las distintas repúblicas modernas, sino también a su cultura, la que debe ser respetada, incluso conservada, como fragmentos vivos amenazados de casi inmediata extinción; por otra parte también se obtiene la aceptación de sus formas tradicionales por los propios indígenas y mestizos que las ven apreciadas, lo cual vuelve sus ojos a su propia identidad, de cara a la anarquía completa de la sociedad de consumo y el mundo moderno.

Anteriormente hemos mencionado que en la actualidad las culturas precolombinas subsisten en estado "primitivo", pese a que muchas de ellas constituyeron en el pasado grandes civilizaciones. Esa misma forma en que se manifiestan es para nosotros parte de su atractivo porque expresan de modo sintético su cosmogonía y su metafísica, la que es percibida y vivida de manera directa y de acuerdo al ritmo y los ciclos en que se produce el Universo entero. A través de un trato directo con la naturaleza el indígena conoce su origen sobrenatural y los espíritus y deidades que la conforman; esta realización es y ha sido constante a lo largo de su vida al extremo de constituir su identidad, ya que él de ninguna manera es ajeno a este proceso. Las cosas, los seres y los fenómenos se encuentran en perfecto devenir y nosotros con ellos en un mundo permanentemente animado y en proceso de creación, y por lo tanto cualquier signo está simbolizando directamente ese proceso que él conforma. De hecho la creación perenne se manifiesta de acuerdo a los símbolos que en cantidad indefinida existen en ella. Por ese motivo la cosmogonía indígena se mueve en su propio medio y es ritualizada a cielo abierto, o en ranchos, o tiendas con muy pocos elementos ceremoniales, todos ellos extraídos del entorno. Los mitos son el paradigma de estos ritos y sus símbolos aritmético-geométricos, y minerales, vegetales y animales, se corresponden con los movimientos del sol (en el día y año), la luna (mes, año), Venus, las pléyades, y otras entidades celestes, de fácil observación y cuyos ritmos evidentes son fundamentales en su pensamiento; igualmente en lo que concierne a los espíritus o deidades atmosféricas, o intermediarias: en especial los vientos y todo lo ligado a la lluvia. Por otra parte, como decíamos, esa cosmogonía se describe de manera muy sencilla y se percibe de modo directo; este modelo cosmogónico se encuentra presente en todo el continente americano, con algunas leves diferencias secundarias y perfectamente explicables. He aquí la comunicación del antropólogo G. Reichel-Delmatoff, referida a los indios Kogi de Colombia (2):

-"Partiendo de un concepto dualísticoo, de opuestos complementarios, se amplían luego las dimensiones, a una estructura de cuatro puntos de referencia. Es este un concepto estático, bidimensional, en el cual, en un plano horizontal se divide el mundo en cuatro segmentos. El modelo paradigmático son los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste. Asociada con ellos encontramos nuevamente una larga serie de otros aspectos, personajes míticos, animales, plantas, colores y actitudes. En primer lugar, los progenitores de los cuatro clanes principales, junto con sus mujeres respectivas, ocupan los cuatro puntos cardinales y son sus 'Dueños'. En segundo lugar, se asocian con estas direcciones los animales que se relacionan con los clanes: en el Norte el marsupial y su mujer el armadillo; en el Sur el puma y su mujer el venado; en el Este el jaguar y su mujer el cerdo salvaje, y en el Oeste el búho y su mujer la culebra. Ya que se trata de clanes patri y matrilineales en que la pertenencia se hereda de padre a hijo y de madre a hija, la relación de los opuestos complementarios se expresa en el hecho de que el animal 'femenino' (armadillo, venado, cerdo, culebra) es precisamente la presa y comida preferencial del animal 'masculino' (marsupial, puma, jaguar, búho). Son pares de antagonistas simbólicos. Siguen luego las asociaciones de colores: Norte-azul, Sur-rojo, Este-blanco y Oeste-negro. Por otro lado, el color rojo (Sur) se clasifica entre los colores claros y forma así, junto con el blanco (Este) un 'lado bueno', en oposición al 'lado malo' formado por el Norte y el Oeste que tienen colores 'obscuros'. Las asociaciones con cada punto cardinal son múltiples pues cada clan es al mismo tiempo 'Dueño' de ciertos otros animales, de plantas, minerales, fenómenos atmosféricos, objetos manufacturados, bailes, cantos y otros elementos más.

"Los cuatro puntos de la estructura cósmica los encontramos luego en muchísimas versiones microcósmicas. El mundo está sostenido por cuatro hombres míticos; la Sierra Nevada se divide en cuatro sectores; las poblaciones construidas según el plan tradicional (como Seráncua) tienen cuatro entradas y alrededor de ellas se encuentran cuatro lugares sagrados donde se depositan ofrendas. Las casas ceremoniales también tienen una estructura cósmica pues en éstas hay cuatro grandes fogones alrededor de los cuales se sientan los miembros de los cuatro clanes principales. Por cierto, en la casa ceremonial, la línea divisoria que separa el círculo en dos segmentos, agrupa a los indios nuevamente en pares antagónicos y los del lado derecho' (rojo) 'saben menos' mientras que los del 'lado izquierdo' (azul) 'saben más', pues estos últimos se encuentran más cerca de las fuerzas negativas que rigen el universo.

"Pero un esquema de cuatro puntos lleva a un quinto, un punto central, un punto de en medio.

El simbolismo del 'punto de en medio' es de suma importancia para los Kogi. Es el centro del universo, es la Sierra Nevada, y es el punto central del círculo de la casa ceremonial donde están enterradas las principales ofrendas y donde se sienta Máma cuando quiere 'hablar con dios'. En las prácticas de adivinación el individuo coloca sobre el suelo cuatro objetos rituales o grupos de objetos: piedras, semillas, conchas, orientándolos según los puntos cardinales. Pero en el centro coloca un diminuto banquito tallado de piedra o de madera. Es su 'asiento', su 'puesto', desde el cual la esencia de su ser, una réplica diminuta e invisible de su persona, recibe las contestaciones a las preguntas que formula. La importancia cosmogónica de la orientación ritual, se repite luego en muchos otros detalles de la cultura". (3)

Para los indoamericanos tradicionales el mundo se está haciendo ahora, la creación entera es un experimento del que participan activamente como sujetos, su vida es eso, -aunque ellos no lo enuncien en estos términos- al contrario del hombre moderno que ve al mundo como estático y a sí mismo como un observador fuera de cualquier proceso, por lo que la existencia se convierte en una representación teatral tristísima, donde se repiten mecánicamente los parlamentos y se reiteran cíclicamente los roles sin que los sujetos adviertan siquiera la pesadilla en que se encuentran sumergidos.

El indio tradicional está en la vida, o mejor, es la vida, y él es eso, su aprehensión de símbolos es, por así decirlo, intuitiva y directa. Los contemporáneos para comprender los signos han de utilizar un camino indirecto, donde los mecanismos lógicos y racionales juegan un importante papel. La visión actual de los integrantes de la Tradición precolombina es esquemática y sencilla; la de la cultura europea es complicada en cuanto se utilizan estructuras complejas y largos recorridos; en la arquitectura del templo, y en los ritos que en él se practican resulta este hecho evidente si comparamos una sencilla ceremonia a cielo descubierto, o en una choza o tienda cultual, con una misa pontificial celebrada en una catedral gótica.

Tarahumaras, yaquis, mayos, huicholes, phurépechas, náhuas, totonacas, mixtecos, zapotecos, lacandones, tzotziles, tzetzales, yucatecos, quichés, cakchiqueles, tzutuhiles, arahuacos, guajiros, guambias, quechuas, aymaras, guaraníes, otavalenses, tarabucos, mapuches, e indefinidas tribus de la selva amazónica brasileña, colombiana, peruana, venezolana y ecuatoriana, son algunos de los pueblos que aún mantienen vivas sus tradiciones y creencias sólo en el área latinoamericana, aunque están completamente amenazados por el mundo moderno, materialista y profano, que los atrae con la seducción de sus engañosas promesas y la idea de un progreso inexistente. Todas ellos llevan vestimentas y usan lenguas que los identifican inmediatamente y los distinguen del hombre blanco. Expresan su ontología, mediante su cosmovisión y metafísica, muchas veces de manera totalmente cristianizada, o alterna, en la que se practican ritos en la iglesia y en otros lugares sagrados, o propiamente precolombinos, donde la actuación chamánica, y en muchos casos la ingestión de sustancias psicotrópicas, juegan un papel decisivo.

Todo esto nos mueve a pensar que si las culturas son símbolos vivos, aparte de cuestiones humanitarias, y si, sobre todo, nos lamentamos de la destrucción de aquella en la que nos hemos educado, la europea, ¿cómo no interesarse en la supervivencia de los que aún conservan su Tradición viva aunque fuese fragmentariamente? Una persona que se dedique a la investigación de lo Precolombino, en cualquier rama que fuere, tarde o temprano terminará encontrándose con el indio de hoy, de carne y hueso. También si sabe mirar se encontrará con una Tradición viva que, con leves diferencias, regla la vida de 45.000.000 de personas, o aún más. Se encontrará asimismo con una forma de ser indígena, con algo difícil de definir que puede tomar el modo del silencio, la atención, la más extrema sencillez junto a la más increíble metáfora, una serenidad y diafanidad extremas unidas a un completo sentido del humor y la paradoja... Igualmente, si le ha tocado vivir en América, o nacer allí, podrá valorizar el hecho asombroso de la geografía americana, su exhuberancia y variedad inagotable, su extensión, y los constantes movimientos telúricos que generan permanentemente catástrofes de distinto tipo: terremotos, erupciones volcánicas, desbordes y cambios de ríos, etc. Esta perpetua "novedad" del continente conforma parte esencial de la Tradición Precolombina, ya que sus culturas se gestaron en este medio, y por lo tanto con situaciones de geografía sagrada particulares a su período cíclico. (4)

Por lo que pensamos que estas culturas deberían ser estudiadas con mayor cuidado y profundidad, sobre todo por aquellos que han nacido en América, y por una serie de prejuicios culturales no han podido acercarse con el debido respeto ni atención a un medio que tienen muy cerca y que podría depararles muchas sorpresas, ya que muchos de los que se han aproximado, lo cual ha sido frecuente en los EE.UU., han terminado por identificarse con él y su cosmovisión. De todo lo dicho creemos que se pueden sacar las siguientes:

CONCLUSIONES
1 - Existe una identidad indígena de acuerdo a la pertenencia a una Tradición que se remonta a más allá de los tiempos históricos; esa Tradición común está viva, aunque diseminada en corpúsculos, los cuales prácticamente se desconocen entre sí, y que han comenzado a contactarse merced a problemas comunes respecto al hombre blanco.

2 - Algunas veces cuesta reconocer el meollo o la espiritualidad de sus mitos, ritos y símbolos por la amalgama con elementos cristianos; en otros casos, como en los ritos de fecundación, imploración de lluvias, y todo lo ligado con la agricultura y la generación, altamente sagradas para ellos, las ceremonias son más arcaicas; ni qué decir que en las iniciaciones guerreras y todo lo ligado al chamanismo, la Tradición se presenta casi intacta.

3 - Consideramos que si se protegen ciertos sitios y monumentos históricos, incluso señalándolos como "patrimonio de la humanidad" y se gastan presupuestos en su conservación, con qué mayor razón debieran ser protegidas las culturas indígenas, algunas de ellas fragmentos vivos de la Tradición. En este sentido es obvio que el fomento al estudio de las lenguas indígenas dentro de las mismas comunidades, así como la educación bilingüe, son factores de integración, e identificación, como es obvio, aunque no tenemos aquí el espacio para tratar en extenso el tema.

4 - Los estudiosos e interesados en las culturas indígenas, por la misma valoración de esas culturas y por su familiaridad con ellas, pueden hacer tal vez más de lo que piensan para su preservación, así como ellas les pueden retribuir generosamente en orden de conocimientos. Para eso es necesario que tanto ellos como los propios indígenas se pongan en la perspectiva de los autores de esa cultura y no en la moderna, y así vayan al fondo mismo de su Tradición, que es tan válida hoy como cuando fue creada, y que por lo tanto es capaz de generar nuevos frutos en cualquier momento.

NOTAS
(1) Los indígenas que no son monolingües hablan, según donde viven, el castellano, portugués, o inglés; esos idiomas se constituyen en lingua franca para los que habitando un mismo país, o comarca, no conocen las lenguas de otras tribus. Lo que también muestra que lo que tienen en común es en relación con los hombres blancos (en este caso la lengua), pero no en cuanto a ellos entre sí.

(2) Los Kogi son una tribu de dos mil indios de habla chibcha que habita en la actualidad las faldas meridionales de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, y guardan aún hoy completamente su visión cosmogónica, tradicional y metafísica, la que se expresa por medio de variados ritos, símbolos y prácticas culturales. G. Reichel-Dolmatoff (La Antropología Americanista en la Actualidad, 1989, tomo I) ha estudiado este pueblo y sus conceptos cosmogónicos, religiosos y sociales.

(3) El autor citado también afirma: "Subyacente a muchas formas de pensar y de actuar de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta, se observa un concepto de dualismo que se expresa sobre muy diversos planos. A nivel del individuo, como ente biológico, es el cuerpo humano que da el modelo, formado por la ideación de principios opuestos pero siempre complementarios. Son la aparente simetría bilateral del cuerpo y las diferencias sexuales lo que da la norma. Sobre otro nivel, el del grupo social, encontramos una división dualista entre 'gente de arriba', 'gente de abajo', no referente a la situación altitudinal de su habitat respectivo sino agrupándose así ciertos clanes, que forman grupos opuestos pero complementarios. Las poblaciones mismas están divididas en dos partes y una línea divisoria invisible, pero reconocida por todos, separa la aldea en dos segmentos. Las casas ceremoniales también se imaginan como divididas en dos mitades, cada una con su propio poste central; una línea diametral entre las dos puertas opuestas, divide el plan circular de la construcción en un 'lado derecho' y un 'lado izquierdo'. Ya en un nivel cósmico, esta misma división separa el universo en dos lados, determinados por el sol, el cual, dirigiéndose de Este a Oeste, divide al mundo en un lado derecho y un lado izquierdo. Los dualismos de este tipo son innumerables: hombre-mujer, macho-hembra, mano derecha-mano izquierda, calor-frío, luz-obscuridad, etc., se asocian con ciertas categorías de animales y de plantas, con colores, vientos, enfermedades y, desde luego, con conceptos del Bien y del Mal. Entonces el simbolismo con este concepto de dualismo básico, se manifiesta continuamente, en todas las prácticas mágico-religiosas. Por cierto, muchas de estas manifestaciones dualísticas tienen esencialmente el carácter de antagonistas simbólicos que, en el fondo, comparten una sola esencia; tal como existen divinidades tribales que en un solo ser reúnen aspectos benéficos y maléficos, cada hombre lleva en sí mismo esa polaridad vital del Bien y el Mal.

"Los Kogi creen en la existencia de un principio del Bien (derecho) cuya permanencia y función benéfica está determinada por la existencia simultánea de un principio del Mal (izquierdo). Así, para asegurar la existencia del Bien es necesario fomentar el Mal ya que, si éste desapareciese, por no encontrar una justificación de su existencia, se eliminaría al mismo tiempo el Bien. Es necesario pues que el individuo cometa pecados que atestigüen la influencia activa del Mal. Es aquí donde yace, según los Kogi, el principal problema de la condición humana: en equilibrar estas dos fuerzas opuestas pero complementarias, y en establecer entre éstas una relación armónica. El concepto básico se denomina yulúka, lo que podría traducirse por 'estar de acuerdo', 'ser igual', 'estar identificado'. Este estar 'de acuerdo', el saber equilibrar las energías productivas y destructivas, en el camino de la vida que lleva del Oriente hacia el Occidente, es pues el principio fundamental de la conducta humana; así pues el Máma, al pesar en sus manos las hojas de coca u otros objetos ritualizados, primero trata de establecer este equilibrio hasta que, por fin, la mano derecha, es decir el principio del Bien, 'pesa más'. Más adelante las asociaciones continúan. El universo, el huevo cósmico, se interpreta como un útero, el útero de la Madre Universal, dentro del cual vive aún la humanidad. Asimismo la tierra es un útero, la Sierra Nevada lo es, cada cerro, cada casa ceremonial, cada casa de vivienda y, finalmente, cada entierro. Las cavernas y grietas de la tierra se interpretan como orificios del cuerpo de la Madre. Los grandes 'nidos' construidos en forma de un embudo formado por varas, y rellenos con paja en analogía con el pubis, que se levantan sobre las casas ceremoniales, son el órgano sexual de la Madre dispuesta a ser fecundada por el cielo donde se depositan ofrendas que representan un concepto de fertilización. Estas son 'puertas' que se abren hacia el nivel cósmico de 'arriba'. De lo más alto del interior del techo cónico de la casa, baja un hilo que representa el cordón umbilical y es sentado en el centro de la casa donde el Máma establece el contacto con las fuerzas sobrenaturales, etc." Discúlpesenos estas largas citas, pues el autor sintetiza aquí una cosmogonía que podríamos llamar "ejemplar" para el conjunto de la Tradición Precolombina, perfectamente asimilable u homologable con toda cultura tradicional.

(4) Véase por ejemplo el dios Kabrakan del Popol Vuh, su relación con los terremotos -con su hermano practicaban estos juegos, con los montes- y de todo el texto quiché con los volcanes de esa geografía. Igual el dios unípede taíno "Hurakán" -del cual deriva el nombre de ese fenómeno meteorológico, etc.- directamente emparentado con el quiché homónimo.

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